Colección de deseos para la librería de una amiga

Alfombra 39 (Razón integradora (1928-36) Razón armada (1936-37) Razón misericordiosa (1937-39) Razón mediadora (1940-56) Razón poética (1957 – ~)). Pintura acrílica sobre alfombra encontrada. 357×92 cm
©2009 Cristina Gómez Barrio

Es julio de 2015, Marta me pide una entrada para el blog concebido como preámbulo a la que ha de ser su nueva dedicación, una librería en Pontevedra. Me pongo a escribir durante un viaje entre España y Alemania, el salto geográfico me sumerge más en las vivencias surgidas de la crisis social y política en Europa – presentada por los medios como mera crisis financiera y económica -. Alumnas, alumnos, compañeros y compañeras de la Facultad de Bellas Artes de Stuttgart enuncian de formas diversas su desesperación ante las políticas neoliberales que impulsadas desde distintos puntos de Europa, pero en gran medida desde el gobierno de su país, ahogan la dimensión de lo público en toda Europa, también en su país. Aseguran que la forma en que se está informando sobre “lo que está ocurriendo en torno a Grecia” es completamente parcial y en gran medida mentira y avergonzante.

Relatan como pasan las horas nocturnas al ordenador a la búsqueda de información alternativa, y esta parecen ser la única forma posibel de acción. “Al menos empezar a entender qué está pasando, mientras nadie alrededor da signos de darse cuenta de lo que está ocurriendo”, dicen. El sentimiento descrito por todas estas interlocutoras, por todos estos interlocutores es el mismo: desesperación y parálisis. Las dismensiones en las cifras, en la magnitud de la crisis (enmarcada y acompañada por otras crisis de mayores magnitudes), la conciencia de los flujos transnacionales, … La escala abruma, los ojos hacen chirivitas, es paralizante. Tomo un café con la artista Maj Hasager, ella es la única que, optimista, parece haber encontrado una forma de reajustar la escala de estas dimensiones para no sentirse petrificada, para seguir pensando y produciendo lugares de imaginación y acción. Según ella la clave está en pensar en una escala distinta, hacerlos desde la perspectiva de la escala del tiempo. Creo que Maj se refiere a una sacudida cronológica en distintas direcciones: lo que hacemos como productores culturales parece puntual pero puede interrumpir temporalidades aparentemente más lógicas, lo que hacemos puede seguir latiendo para resurgir desde su latencia cuando hace falta – cuando ya estaba casi olvidado-, lo que materilizamos como intelectuales es lento y por tanto no podemos esperar un efecto inmediato.

Entonces el proyecto de Marta, una nueva librería en el mundo, se me dibuja como un contenedor de interrupciones, posibilidades de pensar y cambiar la lógica temporal neoliberal (de producción constante) en la que estamos inmersos. Claro que su plan, en tanto que negocio responde a cietos parámetros de esta lógica ¡quiero que Marta pueda comer, seguir teniendo su casa, viajar si quiere ver a su familia y a sus amigos, que los números salgan a final de año! Pero definitivamente una librería está llena de toda esa lentitud de todos sus libros, escritos lentamente para ser reescritos, colmados de pausas…

Aquí mis deseos para ese nuevo lugar.

Que el viento entre en tu librería.

Que tu librería tenga un patio con una sequoya y laberintos de bambú.

Que la encuentren todas y todos los que aman la lectura, para zambullirse en sus libros, para traer hasta aquí – de vuelta – a todos aquellos dragones que con el movimiento de su cola han sacudido a los crueles y con su fuego han conseguido mantener viva la llama.

Que las actividades de la librería te dejen tiempo suficiente para correr cada mañana por los bosques de eucalipto y pinos respirando el aire mezclado del mar.

Buenos vecinos, eso es muy importante; una tintorería de toda la vida, una heladería diminuta que sólo abre en verano, un estanco, una frutería con buen género, un teatro, una academia de artes plásticas, una tienda de electrónica con una dueña simpática y de gran disponibilidad, …

Que la conjunción “y” esté siempre en tu respuesta: “soy librera y científica”. (Ojalá tu espalda sea fuerte para cargar los libros, que tus hombros no se carguen por el trabajo administrativo al ordenador y tus articulaciones aguanten todas las cunclillas, las escaleras, las escaleritas).

Libros grandes, libros pequeños, libros de papel caro, barato, libros encarnados, libros gordos y flacos, raros, tristes, divertidos, libros amenos, libros que se te meten en el corazón, libros que tener al lado de la cama, libros para llevar de viaje, libros que te llevan de viaje, libros inmensos, libros horizonte… siempre asibles a dos manos. Libros-mesa, mesas-libro en torno a las que sentarse y negociar: todas nosotras por todas nosotras.

Que el peso de los libros y sus contenidos anclen esa intimidad distanciada, silenciosa, que significa el acompañar las elecciones de tus clientes habituales. Que los impulsos de los clientes ocasionales traigan las olas de un mar calmado y revividor. Que unos y otros compren lo suficiente para que puedas comer y seguir.

Textos, hipertextos, enlaces, saltos de los márgenes hacia fuera, notas al pie, papeles y la red; que todo ello se entrelace para dejar patente el origen textil de la escritura. Apelaciones tactiles para ampliar nuestras imaginaciones.

Que desde dentro de tu librería se vean los árboles inclinados por la tempestad, los remolinos de viento, la nieve, las sombras azul oscuro de los que pasan, las alfombras de Foucault, los cactus en flor, los incendios en las bibliotecas privadas y en las mentes de sus dueños (como decía Eugenia Butler “fire in the library, fire in the mind”).

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