El prurito de un Editor

Erratas, diario de un editor incorregible-Marco Cassini

Vivimos en unos tiempos en los que la integridad está muy desprestigiada. Sé que suena apocalíptico y que, probablemente, este mundo de ahora no es tan distinto de los de antes. Casi seguro que esta primera frase es solo un indicador de que empiezo a no reconocer el mundo en el que vivo, vaya, que empiezo a envejecer. Así que lo que debería decir es que la integridad es un concepto que se ha valorado siempre de forma muy parecida, en general muy poco. Todos somos capaces de identificar compañeros o conocidos (pocas veces amigos, si no no lo serían) que tienen como metas valores que no entendemos en absoluto, personas que confunden la posición y el éxito con el desarrollo personal, que necesitan recompensas basadas en la cantidad por encima de la calidad. Personas con metas que no tienen que ver con proyectos personales concretos, sino con el éxito en general; éxito medido como número de personas a las que les gustas, influencia que tienes o dinero que ganas. De hecho, eso es uno de los «grandes valores» que caracteriza (y promueve) la era en la que vivimos: productividad, números, eficiencia, conseguir objetivos, cerrar temas, ser ejecutivo.
Y todos podemos estar de acuerdo en que ser productivo es algo positivo, y que sin un poco de ese sentido práctico se echan a perder vidas muy prometedoras. Vidas de muchos artistas que son incapaces de domar sus deseos y no pueden vivir como quieren. Vidas de maravillosos escritores que no consiguen apostar por hacer lo que más les gusta. Vidas de los que sí lo intentaron un poco y fallaron mucho –porque, no nos engañemos, intentarlo no es garantía de éxito, por mucho que se nos venda a la menor ocasión; “Querer es poder”, es un refrán peligrosísimo–. Pero tener como principal objetivo ser productivo o exitoso, escama mucho y devalúa al que lo luce.

Así que es refrescante encontrar un libro como Erratas, diario de un editor incorregible en el que el autor, Marco Cassini, nos deja la sensación, muy agradable, de que hay gente que sí tiene un proyecto propio, no basado en conseguir ese tipo de éxito, sino un proyecto que está basado en unos principios que no se salta tan fácilmente. Un proyecto que incluso podría ser nocivo para alcanzar objetivos comerciales, y sin embargo –y esto es lo mejor de todo– se puede sobrevivir con él en este mundo.
El libro es un diario en el que escribe una vez al mes durante un año y en cada capítulo reflexiona sobre la profesión de editor. Empieza con un primer capítulo divertidísimo, en el que nos cuenta cómo descubre que le invaden unos granos por todo el cuerpo, que no son otra cosa que su respuesta al estrés diario –situación que recuerda mucho a la que narraba otro italiano muy ingenioso, Nanni Moretti, en Caro Diario, aunque en este caso acababa mal–. Parece ser que la idea romántica con la que empezó sus andanzas en esta profesión –estar todo el día rodeado de manuscritos y autores–, se fue convirtiendo en una realidad muy distinta –reuniones, análisis de la situación económica, ventas, dinero–, una realidad que además le consume todo el día y con la que, como mucho, consigue sobrevivir de milagro. Esta sensación tan incómoda le hace preguntarse, a lo largo de los distintos capítulos, por qué eligió esa profesión, qué esperaba y qué es en realidad.

Este primer capítulo es toda una declaración de intenciones y marca el tono del resto del libro: el editor se va a quejar con elegancia y humor tanto de los inconvenientes de la profesión en sí misma, como de la interpretación que hacen los demás de ella; pero, a pesar de todo, acaba pensando que está haciendo lo que quiere hacer y que lo hace correctamente, sin proselitismo, sin autocompasión ni autocomplacencia. De manera sencilla, honesta. Y también con mucha gracia, como cuando el oculista le da la noticia de que debe llevar gafas solo para leer y para trabajar en el ordenador: “Todo un alivio, ya que en la práctica me permito al menos no ponérmelas cuando duermo” (pág. 10); o cuando los médicos que están diagnosticándole estrés, le pasan varios manuscritos para que les dé “solo una opinión”. Una opinión que es precisamente lo que está esperando él de ellos: “[…] no hubo curación, ni diagnóstico esclarecedor, ni certeza terapéutica, ni hallazgo clínicamente probado. En cambio, me llevé a casa dos novelas, una colección de cuentos y otra de poemas” (pág. 12).

Erratas es además muy interesante para los que nos gustan los libros, ya que nos permite fisgonear en esta profesión y recordar que este oficio no es solo corregir manuscritos, diseñar una portada y llevarlos a imprimir, sino que sobre todo es eso que los médicos le pedían sin ninguna consideración, sobre todo es dar una opinión. Elegir entre los miles de manuscritos que les llegan, qué merece llegar al público general –o mejor dicho, al público al que se dirigen–, qué es mejor dejar de lado –maravilloso el pie de página explicando qué es un libro fácil y por qué no hay que publicarlo–, y qué obra es tan increíble que esta editorial le queda pequeña –admirable ejercicio de responsabilidad y de integridad: eres demasiado bueno para mí–.

Lo más relevante del libro es que, tras el análisis en el que vemos que ser editor no es lo que él esperaba, a pesar de que se pasa mucho más tiempo con números que con letras y a pesar de todo ese trabajo brutal para mantenerse a flote, revisa su colección de libros, revisa su proyecto y se siente satisfecho. Cada uno de sus libros forma parte de un cuerpo articulado y de todos se ha enamorado, hayan tenido más o menos éxito. El trabajo ha merecido la pena, su tiempo en otras labores solo indirectamente relacionadas con el manuscrito, ha merecido la pena. Es distinto de cómo lo imaginaba pero sigue siendo una buena elección.

Y es muy llamativo que la editorial que creó entonces, Mínimum fax, nació en el panorama italiano de 1994. Año en el que Italia “[…] desde el punto de vista de la libertad de prensa y de opinión, se convertía en un país del Tercer Mundo” (debido a la concentración editorial, a la concentración de los medios de comunicación, a la primera llegada al poder de Berlusconi…). Mínimum fax nació, creció, en cierto sentido se reprodujo, y no tiene ninguna pinta de ir a morirse. Una editorial que empezó con una propuesta cultural personal, que se mantuvo fiel a su idea, a pesar de las exigencias del mercado, y que ha encontrado su modo de sobrevivir al lado de monstruos. Viable e íntegra. Y esto no es exclusivo de esta editorial; Impedimenta es otra muestra de editorial con principios; por ejemplo, en su biografía ilustrada de Virginia Woolf (de Michèle Gazier/Bernard Ciccolini), recomienda las obras de la autora aunque todas pertenezcan a otras editoriales. Y muchas otras que presentan un catálogo muy particular que no parece elegido para enriquecerse (Minúscula, Sexto Piso, Errata Naturae, Periférica, Nórdica Libros, Trama Editorial, Rayo Verde, Pálido Fuego, Libros del Asteroide, Elba…). Y lo curioso (y estupendo), es que hay lectores que las avalan. Y eso hace pensar que el mundo en el que a algunos nos gustaría vivir no es tan pequeño como a veces pensamos.

Erratas, diario de un editor incorregible
Marco Cassini
Trama Editorial, 2010

De pulpos y demás parientes (I): respiración

Los pulpos y en general todos los de su clase, los cefalópodos, son unos animales muy interesantes. Tienen una forma de funcionar (es decir, una fisiología) muy particular: tienen un cerebro grande, ojos sofisticados, un sistema circulatorio cerrado y un hábil sistema de respiración acoplada al movimiento. Además, presentan lo que se podría llamar comportamientos superiores, es decir, comportamientos que consideramos exclusivos de vertebrados, y no de todos, sino de los que llamamos superiores (para el futuro: esto no es en absoluto cierto, no se puede hablar de animales superiores o inferiores sin contextualizar), como son las aves y los mamíferos.

En esta entrada vamos a centrarnos en cómo los pulpos solucionan un problema básico para la supervivencia de cualquier ser vivo: la obtención de oxígeno. Los animales han resuelto este problema utilizando varias estrategias que, aunque similares en muchos aspectos (los relacionados con la obtención de oxígeno del medio), muestran diferencias básicas dependiendo del tipo de animal y del medio del cual lo obtienen. En ocasiones, incluso utilizan varias simultáneamente (como utilizar dos órganos de intercambio gaseoso, como la piel y pulmones o branquias) o de manera secuencial a lo largo de su desarrollo, como en el caso de los anfibios que tienen fases larvarias completamente acuáticas y utilizan branquias en estas fases, pero pulmones en las fases adultas.

¿Branquias o pulmones?

Casi todos los seres vivos necesitamos oxígeno para vivir, que se utiliza para obtener energía de los nutrientes contenidos en los alimentos. El oxígeno, presente tanto en el aire como en el agua, se obtiene gracias a órganos especializados como branquias y pulmones (no hablaré de otros órganos respiratorios muy extendidos en el reino animal, como son la piel y las tráqueas, por no hacer más larga la entrada). Y como todos sabemos, la mayoría de los animales que respiramos aire usamos pulmones y la mayoría de los que respiran agua usan branquias. De hecho, si hablamos de los que respiran agua –y como dijimos antes, nos olvidamos de piel y tráqueas–, se podría decir que todos respiran con branquias menos las holoturias o pepinos de mar. Las holoturias son unos animales marinos que pertenecen al filo de los Equinodermos (como los más conocidos erizos y estrellas de mar) y que, mira que son raras, utilizan pulmones para respirar en el agua. Como veremos, esto es tan poco eficiente que solo se entiende que lo hagan si no compiten demasiado por la comida y si no tienen que correr mucho para evitar ser comidos.

Holothuria tubulosa

¿Por qué esta gran división agua-branquias y pulmones-aire? Podría no tener ninguna explicación, como pasa con tantas otras cosas que aparecen sin ser idóneas y se quedan porque no molestan demasiado –es decir, por razones contingentes–. Pero en este caso no es así. Hay una explicación sencilla para esta división: el órgano de respiración está adaptado al medio de dónde se obtiene el oxígeno y difícilmente podría ser de otra manera (¡salvo en los pepinos de mar, claro!).

El medio: el aire es mejor para respirar que el agua

Para empezar, aire y agua son medios muy diferentes: lo principal para la respiración, es que el aire tiene mucho más oxígeno que el agua. Pero además, el aire es mucho menos viscoso y menos denso que el agua y por tanto, cuesta menos moverlo (1). Y esto es importante si tienes que acercar el medio rico en oxígeno al órgano respiratorio.

Nota 1
Hay que acercar el medio a la superficie respiratoria, en algunos casos como animales muy pequeños y expuestos, el medio llega solo; pero a partir de cierto tamaño y gastos basales de energía, hay que generar sistemas que lo muevan. Y todos esos sistemas implican contracción de músculos y gasto de energía.
Membranas respiratorias

Estas diferencias en los medios que contienen el oxígeno son las que han favorecido la selección de órganos respiratorios específicos que, por lo demás se parecen mucho. Pulmones y branquias están hechos de membranas muy finas para que el oxígeno pueda pasar fácilmente del medio externo al interno. Además, para maximizar la obtención de oxígeno, ambos órganos tienen muchos repliegues que aumentan la superficie de intercambio. Y por supuesto, los dos están muy capilarizados, ya que la sangre recogerá el oxígeno y lo llevará a todas las células. Membranas muy parecidas, sí, sin embargo presentan una diferencia fundamental: los pulmones son invaginaciones (como sacos) y las branquias son evaginaciones (como guantes). Y como vamos a ver ahora, casi podríamos decir que los pulmones tienen que ser invaginaciones y las branquias tienen que ser evaginaciones.

Las branquias salen más económicas…

Esta diferencia que parece muy tonta, pulmón=membrana hacia dentro para respirar aire y branquia=membrana hacia fuera para respirar agua, tiene implicaciones muy importantes en la fisiología de ambos órganos. Precisamente, por ser como sacos, los pulmones tienen respiración bidireccional (2): el aire entra (inspiración) y sale (espiración) por el mismo conducto, es decir, dos movimientos por unidad de volumen, digamos. Y claro, hacer dos movimientos requiere más energía que hacer un único movimiento, que es lo que sucede en las branquias (3). Lo más frecuente en los animales con branquias, como los peces, es que la respiración sea unidireccional: el agua entra por un orificio, la boca, atraviesa y cede oxígeno a las branquias y sale por otro, el opérculo. Se han ahorrado un movimiento y por tanto han ahorrado energía (e indirectamente, oxígeno, que es uno de sus determinantes). Con esto entendemos por qué en el agua, medio abyecto dónde los haya, lo normal es tener branquias y que los únicos valientes con pulmones sean los pepinos de mar (4).

Nota 2
Incluso los pulmones de las aves, que se caracterizan por ser parcialmente unidireccionales, tienen una parte, la tráquea, que es bidireccional.
Nota 3
Bueno, también hay animales con branquias que no gastan ni un ATP (adenosin trifosfato, la moneda de cambio energética de las células) en llevar el medio hacia las branquias: las exponen y dejan que las corrientes de agua las bañen. Por ejemplo Necturus, un género de salamandras acuáticas.
Nota 4
Ojo, que respiren agua con los pulmones, no que los utilicen para respirar en el aire, como los peces pulmonados, las focas o los delfines.

Resumiendo: los que respiramos con pulmones gastamos más energía en obtener el oxígeno, pero podemos permitirnos ese gasto porque el aire tiene mucho oxígeno y se mueve muy fácilmente (fácil=barato de energía). Los que respiran con branquias en un medio tan difícil como el agua, hacen un único movimiento (entre otras cosas (5)) para reducir el gasto.

Nota 5
No sólo es distinto el modo de ventilación de las branquias. Hay otras modificaciones muy importantes que optimizan la captación de oxígeno. De las más importantes, el mecanismo de intercambio gaseoso, es decir, la disposición de la sangre sobre la membrana respiratoria, que en el caso de las branquias es particularmente eficiente.
…pero no funcionan muy bien en el aire

Así que el mejor medio para respirar es el aire y el mejor órgano para respirar son las branquias (si la competición es entre pulmones y branquias, si también hubiésemos inscrito a las tráqueas tendríamos otro ganador). Es decir, ya tenemos claro por qué los pulmones no son buenos para respirar agua (por mucho que se empeñe la holoturia). Pero si las branquias son estupendas, ¿por qué no tenemos branquias también los que respiramos aire? Pues, de nuevo, podría existir una explicación del tipo “sí, los pulmones son chapuzas respirando ya que gastan mucha energía en meter y en sacar el aire, pero es suficiente, nos apañamos con la chapuza”, pero no es el caso (o no exclusivamente): las branquias no funcionan bien en el aire (6). Todos sabemos que los peces, incluso con sus superiores aparatos respiratorios –ahora sí podemos decirlo–, se asfixian en el aire, a pesar de que este es un filón de oxígeno. Y es que, sencillamente y siguiendo con el elegante símil del guante, los muchos dedos de las branquias están perfectamente extendidos en el agua, dónde esta les da flotabilidad neutra; pero en el aire, las branquias se colapsan y lo que tendríamos es un guante en el que se habrían pegado los dedos unos a otros.

Nota 6
En general, en general. Sí que hay especies que respiran con branquias modificadas, reforzadas para poder respirar en el aire.
Respiración acoplada al movimiento

Pero volvamos a los pulpos. Los pulpos, como era de esperar, respiran por branquias (7), pero además, cuando nadan (no cuando caminan por el fondo), acoplan la respiración al movimiento. Los cefalópodos se mueven mucho y muy rápido (esto así en general, sin comparar con nadie, más aún si los comparamos con las marcas que ostentan sus primos los mejillones y las ostras) y tienen una estrategia genial que les permite aprovechar la respiración para moverse. Succionan agua por la abertura del manto haciéndola pasar por las branquias –para que éstas le roben el oxígeno que puedan–, y la expulsan por el sifón hacia fuera, facilitando la propulsión y la locomoción del pulpo. A más movimiento, más respiración (8) y esto es lo ventajoso, ya que cuanto más se mueven, más necesidad de oxígeno tienen y por tanto, más necesidad de respiración.

Nota 7
Además de las branquias, los pulpos respiran también por la piel, como muchos otros animales acuáticos. El porcentaje de oxígeno obtenido por la piel puede ser de hasta el 40%, cuando el pulpo está en reposo. Pero en movimiento, la demanda de oxígeno es mucho mayor y el porcentaje obtenido por la piel, con respecto al obtenido por las branquias, disminuye.
Nota 8
El término correcto sería “ventilación”. Respiración se usa tanto para hablar del proceso general, como del proceso celular en las mitocondrias. Ventilación hace referencia a los mecanismos que hacen fluir el aire o el agua entre el exterior y la superficie respiratoria.

Esto de aprovechar el movimiento para respirar, no solo lo hacen los pulpos, los atunes tienen una estrategia parecida: nadan con la boca abierta y bañan así sus branquias pasivamente al nadar. Aquí todavía les sale más económico, ya que ni siquiera tienen que gastar energía en “meter” agua, simplemente nadan con la boca abierta.

Para terminar: los pulpos respiran agua, por lo que obtienen el oxígeno mediante branquias, el aparato más potente del mercado para ese medio. Pero además, como son muy activos, deciden (9) matar dos pájaros de un tiro y diseñar (9) un sistema con el que, cuanto más oxígeno necesitan, más obtienen. No está nada mal.

Nota 9
Por supuesto, ni deciden, ni diseñan nada, ni ellos mismos, ni ningún brillante ingeniero. Los cambios suceden por azar, se produce o no la selección natural y se mantienen o no. Pero esto es siempre más tedioso de escribir. Robert Sapolsky, explicó la misma idea (pero haciendo referencia a comportamientos reproductivos) de forma muy divertida en El Mono Enamorado, (Paidós, 2007):“Una advertencia importante y obligada que debería sonar familiar a los lectores interesados en este tipo de biología es que el individuo en sí no se sienta a pensar con un libro de texto sobre la evolución y una calculadora. No se trata de que el animal piense conscientemente en estas estrategias. Las frases como: “El animal quiere hacer esto, decide que es hora de”, etc., son una forma breve de decir algo que suena más engorroso: “A lo largo de la evolución, los animales de esta especie, que por lo menos en parte a través de mecanismos genéticamente influyentes, son más capaces de optimizar el momento concreto en que se producen estas conductas de abandono, dejan más copias de sus genes y consiguen así que este atributo prevalezca en la población”. La personificación que suele utilizarse es sólo un recurso corriente en la exposición de los hechos para evitar que los oyentes se queden dormidos durante las conferencias.”
Infografía: Pulpos y respiración acoplada al movimiento
Librosypulpos.com
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LECTURAS MENCIONADAS
El mono enamorado
Robert M. Sapolsky
Paidós, 2007.

Los Soprano: qué Tipos más Infames

El gran Gandolfini

Los Soprano es una de las mejores series de televisión de todos los tiempos, opinión compartida por público y crítica desde que se estrenó en 1999. Con Los Soprano la seducción es inmediata: es suficiente ver el primer capítulo para darse cuenta de que se está frente a una serie inteligente y sofisticada. Todos nos quedamos fascinados cuando vemos a un gánster grande y con pinta de perder rápidamente los nervios, que se desmaya cuando ve que los patos que han colonizado su piscina migran a climas más cálidos (o a piscinas de familias menos peligrosas, quien sabe). O quizás no todo el mundo, los muy sensibles a la violencia dejan de verla en ese mismo episodio, cuando ven a Tony Soprano enseñar de manera muy instructiva a su sobrino Christopher Moltisanti, cómo debe tratar a los que le deben dinero.

Cuando la aceptación es tan unánime e instantánea, suele tratarse de un producto capaz de hacernos conectar con algo muy nuestro, algo que si no universal, debe ser muy relevante por lo menos para el humano occidental. De hecho, esta conformidad entre crítica y público no es tan frecuente con todas las grandes series. Veamos, por ejemplo, las que comparten con Los Soprano el podio de la historia (podio 100% HBO) según el seriólogo Rodrigo Fresán: The Wire y A dos metros bajo tierra. The Wire que, probablemente, sí es la mejor serie a ojos de la crítica, no tuvo en su momento el mismo éxito de público (seguramente debido a que The Wire tiene una forma de contar la historia más arriesgada y menos cómoda para el espectador, que tiene que rellenar huecos no-narrados). Y aunque A dos metros bajo tierra tuvo una respuesta parecida a la de Los Soprano, hubo voces discrepantes dentro de la crítica.

Una de las principales razones por las que Los Soprano se ha convertido en una serie inmortal es su protagonista, James Gandolfini. Es una verdadera lástima que él no lo fuera y que, de hecho, se haya muerto tan joven –mala temporada para actores excepcionales: además de Gandolfini nos quedamos también demasiado pronto sin Phillip Seymour Hoffman. Parecía una maldición, algunos incluso llegamos a temer por Michael Caine, Joaquin Phoenix, o incluso por Kevin Spacey. No tanto por Ben Affleck o Nicholas Cage, parecía una maldición muy selectiva–. Gandolfini era un actor magnético, sutil, enorme y con una de las sonrisas más sexis que ha poblado la Tierra. Aunque hizo alguna otra cosa que merecía la pena como Amor a quemarropa (1993), o El hombre que nunca estuvo allí (2001), sin duda Tony Soprano fue su mejor papel. Qué pena que se muriese dejando como último trabajo La entrega (2014). Un fiasco de película basado en el libro de Dennis Lehane. Y Dennis Lehane sabe cómo entretener, pero éste, desde luego, no fue su mejor libro. De todas formas, no pasa nada, Gandolfini no necesitó tener mil grandes papeles. Tony Soprano fue suficiente para hacer historia.

Tony Soprano y sus ojos tristes.
Tony Soprano y su amor por Meadow.
Tony Soprano y su cinismo con la terapia.
Tony Soprano y cómo su ira vela su gran inteligencia.
Tony Soprano y sus problemas para adaptarse al rol de jefe.

Quiénes somos y de dónde venimos a través de una organización criminal, un barrio, una familia, un individuo

Lo que ha conseguido David Chase con esta serie es un producto increíble por muchos motivos. Chase crea un mundo hortera y violento dentro de la normalidad de los suburbios de New Jersey. Los Soprano nos enseñan cómo se vive dentro de una organización criminal, en la que la pasta está por encima de todo. Y no la de comer, que también tiene su hueco (incluso sin oler los ziti al horno de Carmela, se entiende que el padre Intintola casi se juegue el cielo). Las familias mafiosas están formadas por trabajadores que viven ajenos a la legislación y la ética del resto de ciudadanos, pero que sí respetan las reglas que establece su comunidad. Una comunidad que solo piensa en ganar dinero de manera ilegal –que no es siempre más fácil–. Pero lo realmente revolucionario de la serie es que elige una familia, la del jefe, para contarnos cómo este tipo de vida se cruza con la vida normal del barrio, de la ciudad. Cómo se elige universidad para los hijos, cómo se relacionan con los vecinos no mafiosos, cómo sus hijos crecen y se les rompe el corazón como al resto de los mortales, aunque no sean como el resto de los mortales. Es decir, además de la visión general de la mafia y su estructura, David Chase nos regala una mirada a mayor aumento que nos muestra el desarrollo de una familia en esas condiciones. Y no se queda ahí. De hecho, lo mejor de todo es que sigue aumentando la escala hasta que la fija en un individuo, el jefe, Tony Soprano, el gran Gandolfini. Un hombre que pelea consigo mismo para dar la talla o para fingir que la da y así mantener el orden del superorganismo que depende tanto de su estabilidad. Y así se exploran las turbulentas relaciones de Tony Soprano con el amor romántico (Carmela, perdónaLO, como dirían Les Luthiers, las mejores parejas se pelean y casi todas se persiguen con un hacha), con el sexo, con su visión de sí mismo, con la amistad, su relación con el pasado –¡qué madre! ¡qué actuación la de Nancy Marchand!– y con su futuro (su sobrino, el inseguro y siempre incomprendido Christopher). Y aunque no nos reconocemos en los aspectos concretos de sus vidas, no nos reconocemos en solucionar las cosas matando al enemigo a patadas, sí sabemos de qué habla David Chase. No somos ellos, pero no somos tan distintos. No somos Tony Soprano, pero entendemos muchos de los procesos por los que pasa este matón.

Metadona para superar el mono

Capítulo a capítulo vas entendiendo mejor cómo es la estructura del mundo mafioso y cómo sobreviven sus miembros en ella. Los entiendes y, a algunos personajes, los quieres cada vez más. No es fácil evitar el poder adictivo que tienen las series en general y las buenas en particular. Así que cuando se acaba el último capítulo de la última temporada, buscas como loco algo que aplaque la ansiedad.

Sobre esta serie se han escrito ríos de tinta, con lo que es relativamente fácil encontrar metadona. Lo primero a lo que me acerqué para seguir con Los Soprano un poco más, fue al libro de Errata Naturae, Los Soprano Forever. Antimanual de una serie de culto. Era la acción más sensata teniendo en cuenta que esta editorial tiene muchos y muy buenos libros para serie-adictos. Ya había probado los excepcionales The Wire: diez dosis de la mejor serie de la televisión y Teleshakespeare: el primero de un tirón en una noche y el segundo, tranquilamente, durante un verano.

Los Soprano Forever contiene artículos estupendos como el de Noël Carrol o el demasiado breve de Rodrigo Fresán, pero incluso con ellos, esta vez, Errata Naturae fue necesaria pero no suficiente. Así que me tuve que acercar a una de mis librerías de cabecera, Tipos Infames, para ver si tenían alguna sugerencia. Y como casi siempre, la tenían. Me ofrecieron, Honrarás a tu padre de Gay Talese, Alfaguara, que cuenta la historia real de los Bonnano, una de las cinco grandes familias de la mafia siciliana que gobernaron el crimen organizado en Nueva York desde los años 60. Parece que David Chase se inspiró en esta familia para hacer Los Soprano. El libro es un trabajo periodístico detallado, que principalmente investiga la ascensión y caída de Bill Bonnano, de manera muy respetuosa con sus protagonistas (muchos de ellos aún vivos y en activo). Y te pone los pelos de punta ver (de nuevo) que los mafiosos no son tan diferentes. Y sorprende encontrar que los estragos de sus acciones están magnificados por la prensa –Gay Talese fue amigo de Bonnano hijo casi hasta su muerte, así que no sé si su visión suavizada de la vida mafiosa es creíble o no–. Un libro estupendo que redondea la sensación dejada por la serie. Así que de nuevo, los libreros de Tipos Infames fueron capaces de dar con lo que yo necesitaba en ese momento.

Tipos Infames es un sitio muy bonito en pleno barrio de Malasaña (Madrid), donde te puedes tomar un buen vino mientras compras, o echas un vistazo tranquilo a libros muy bien elegidos. Esto está muy bien, pero lo más importante es que sus libreros son excelentes y trabajan mucho para regalarte estupendas recomendaciones (por cierto, los lectores deberíamos reconocer el trabajo de las buenas librerías y comprar los libros a quienes nos los presentan y no a los que solo nos lo ponen más cómodo o un poco más barato; o nos quedaremos sin ellas). No sé si los Infames lo saben todo, de hecho (y eso es otra cosa que me gusta mucho de ellos), parece que no y que no pasa nada. Hablan de lo que saben (que es mucho) con respeto y sencillez. Y ya no sé ni cuántos autores y obras me han descubierto (muchas de las entradas de este blog procederán de sus recomendaciones). Y alguna de ellas ha sido todo un descubrimiento (por ejemplo, Un viaje a la India de Gonçalo Tavares, en Seix Barral, ¿de qué galaxia eres Gonçalo?).

Momentos estelares de la serie

Pero bueno, estábamos en Los Soprano y en las ganas que tenía yo de hablar con alguien sobre varias cosas que me impresionaron. Como la fascinante hipocresía de Carmela, la santa de la serie, la sufridora, que no es consciente de sus procesos -por ejemplo, cómo manipula al profesor de su hijo con sexo-. O momentos que no entendí, como la muerte de Renata, la mujer de Hesh ¿la envenena Tony Soprano para vengarse de lo que debe a Hesh? O ¿simplemente coincide en el tiempo y Tony aprovecha el dolor de su amigo para devolverle el dinero y recuperar su sensación de mayor estatus? No sé qué sería más cruel de las dos alternativas.

O incluso discutir momentos que se entendían perfectamente pero que, para mi cabreo, te explicaban temporadas más tarde: la traición de Chris a Adriana o “me-quedo-con-Tony-antes-que-contigo-que-ni-siquiera-puedes-tener-hijos”. ¿Quién tuvo la brillante idea de explicarlo después? ¿Es el mismo director del capítulo que, torturado por sus amigos con que “no se entendió” decidió aprovechar otra oportunidad?

O gozar recreando capítulos como el de Pauli y Chris perdidos en el bosque nevado, al más puro estilo cine de los Cohen (inevitable analogía que Rodrigo Fresán hace en el libro de Errata Naturae). O el tensísimo capítulo en el que Tony y Carmela pasan el cumpleaños de Tony en casa de su hermana y su cuñado Bobby.

Pero no he podido hacer nada de esto, porque la vi a destiempo. Las series hay que verlas, leerlas y comentarlas con otros fanáticos en el momento, porque los detalles se olvidan pronto y el placer, cuando se comparte, es mayor.

Tal vez, otro día, en otra entrada, compartamos algunos de los grandes momentos de esta serie, que alguno más hay ;-)… total, son solo 86 episodios.

LECTURAS MENCIONADAS
Los Soprano Forever. Antimanual de una serie de culto
V.V.A.A. (Fernando Castro Flórez, Ignacio Castro Rey, Iván de los Ríos, Rodrigo Fresán, Fernando R. Lafuente)
Errata Naturae, 2009
The Wire: 10 dosis de la mejor serie de la televisión
V.V.A.A. (David Simon, George Pelecanos, Rodrigo Fresán, Nick Hornby, Jorge Carrión, Iván de los Ríos, Marc Pastor, Margaret Talbot, Marc Caellas, Sophie Fuggle)
Errata Naturae, 2009
Teleshakespeare
Jorge Carrión
Errata Naturae, 2011
Honrarás a tu padre
Gay Talese
Alfaguara, 2011
La entrega
Denis Lehane
Salamandra, 2014
Un viaje a la India
Gonzalo Tavares
Seix Barral, 2014